¿Hasta qué punto la inteligencia competitiva, entendida como captación temprana de indicadores de negocio debidamente categorizados para adelantarse al mercado, puede encontrar un excelente aliado en la cada vez más en boga inteligencia artificial (AI, por sus siglas en inglés)? Son múltiples los foros en los que se expone que el impacto de la AI es todavía extremadamente limitado y que su desarrollo aún está en ciernes. Pero aún en esos primeros compases, no faltan las señales de que la inteligencia artificial ha venido para quedarse, y para sumarse a disciplinas como la transformación digital para trastocar radicalmente la experiencia entre la realidad empresarial y su entorno.

Estos días encontramos un amplio estudio elaborado por Deloitte acerca de tecnologías exponenciales en el mercado manufacturero, en el que se abordan paradigmas tan disruptores como el imbatible futuro de la tecnología blockchain a corto plazo, el crecimiento fastuoso de la impresión 3D, o la multiplicación del gasto en robótica avanzada. Pero además de esos titulares, nos queremos quedar con una predicción mucho más que simbólica: la que hace referencia al crecimiento del mercado de AI, que debería alcanzar en 2021 la cifra de 72.000 millones de dólares por volumen de mercado.

El estudio señala que actualmente la AI se utiliza «para permitir la robótica colaborativa, los flujos de trabajo automatizados basados en el análisis predictivo, la mejora del reclutamiento y la retención de los expertos en fabricación y la optimización de la efectividad de los equipos y las plantas». ¿Nos suena de algo si lo queremos aplicar a inteligencia competitiva? Sí: son todas ellas señales que en un abrir y cerrar de ojos pasarán a formar parte de las commodities empresariales, si es que no lo han hecho ya. «Existen cientos de casos de uso potencial para AI en la fabricación actual, lo que convierte a esta área en una de las más invertidas por la comunidad mundial de capital de riesgo», prosigue el informe. Y allí donde hay inversión, posiblemente convenga dirigir las miradas si no queremos llegar los últimos a la cita.

Las tecnologías que emanan de la IA, llamadas tecnologías cognitivas, incluyen, entre otras:

  • Aprendizaje automático;
  • Visión por computador;
  • Procesamiento natural del lenguaje;
  • Reconocimiento de voz;
  • Robótica;
  • Sistemas basados en reglas;
  • Planificación y programación.

Un pastel demasiado goloso como para no querer formar parte de él. Y no solo eso: un cóctel que permite a las empresas que invierten en AI utilizar precisamente sus capacidades para mantenerse de forma permanente en la brecha; es decir, para ser las primeras en seguir aplicando fórmulas de inteligencia competitiva ya que serán las propias máquinas (aprendizaje automático, capacidad de anticipación), las que perciban las señales incipientes del mercado. ¿Profecía autocumplida o capacidades hasta ahora inexploradas? Mientras el tiempo lo decide, vale la pena no perder de vista estas opciones.

Por otro lado, y para no quedarnos con una falsa impresión de que el debate en torno a la AI puede ser excesivamente etéreo, o no sujeto al día a día, es necesario que nos quedemos también con una reciente encuesta de la consultora londinense Feefo, del que se desprenden datos tan jugosos como los siguientes:

  • 2 de cada 3 responsables en la toma de decisiones IT (Tecnologías de la Información), creen que la no adopción de inteligencia artificial conducirá a una pérdida de competitividad.
  • Con casi total unanimidad (96%), todos los encuestados consideran que, de hecho, la AI tiene un efecto positivo en la participación de los clientes.
  • Y casi la mitad (45%), afirma que estas tecnologías aplicada a la personalización, serán las responsables de los mayores beneficios a la hora de mejorar la experiencia de cliente… que es justamente una de las disciplinas que con más hábito tratamos en BrainTrust. Y no será por casualidad.

AI y CI. Dos binomios que tienen algo más que el término «inteligencia» en común. Ambas son disciplinas que buscan ver más allá de lo que nuestras percepciones, sean humanas o sean de máquinas, nos dan en el momento actual.

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