Habitualmente en este espacio revisamos de forma periódica algunas tendencias relativas a la inteligencia competitiva, materia que comprende algunas disciplinas como la vigilancia tecnológica y la experiencia de cliente. Sin herramientas de observación del entorno no hay inteligencia que pueda llamarse tal, y sin un adecuado enfoque customer-centric toda estrategia de superación de la competencia será errónea.

Además de ese factor orientado a vender más y mejor que los agentes que compiten por nuestro espacio de mercado, es importante detenerse en qué implica el concepto mismo de competitividad, concepto íntimamente ligado a uno de los grandes «ogros» de los planteamientos económicos más caducos: la competencia. Tener competencia no solo no es malo, sino que un reciente estudio dirigido por McKinsey y difundido por la prestigiosa Harvard Business Review, ha establecido que aquellas economías que fomentan la competencia no solo tienen empresas más potentes, sino que registran unos incrementos porcentuales del PIB más abultados. Fomentar la competitividad es sano, de entrada, para los entramados económico cuyas empresas poseen un inequívoco sesgo competitivo.

Para dicha investigación , analizaron 71 economías emergentes, de las que identificaron 18 que han conseguido un crecimiento rápido y constante del PIB en los últimos 50 y 20 años. Entre ellos se encuentran «los sospechosos asiáticos habituales», como China, Corea del Sur y Singapur, pero también países «menos obvios», como Etiopía y Vietnam.

¿Qué es lo que encontraron en estas 18 economías? Muchas más empresas con una facturación superior a los 500 millones de dólares, que justamente por el factor competitivo les resulta más difícil permanecer en la cima durante mucho tiempo, hasta el punto de que más de la mitad de las empresas que alcanzan el quintil superior en términos de ganancias económicas entre 2001 y 2005 habían desaparecido 10 años después. Dato que se puede contemplar de dos formas: a la antigua usanza, pensando que las empresas son proyectos de vida de sus dueños, por lo que esas desapariciones son tristezas y frustraciones; o en línea con la nueva economía, donde las empresas no son más que herramientas para aprovechar segmentos y oportunidades de mercado en momentos concretos y puntuales, en un contexto de dinamismo y generación de riqueza.

Mientras esas herramientas útiles están vivas, su rendimiento en mercados emergentes en contexto innovador es espectacular: el 56% de sus ingresos proviene de nuevos productos y servicios, 8 puntos más que sus pares en las economías establecidas. Estas empresas también invierten casi el doble, si medimos «la relación entre el gasto de capital y la depreciación; y son más ágiles a medida que lo hacen: en promedio, toman importantes decisiones de inversión de seis a ocho semanas más rápido, o en un 30-40% menos de tiempo«.

Sus rendimientos totales para los accionistas también son superiores, hasta el punto de que su impacto es evidente en clasificaciones como la Fortune Global 500: más de 160 de estas firmas se han unido a la lista desde 2000.

De aquí algunas de las lecciones que parecen claras de esta investigación:

  1. Permitir y, de hecho, estimular la competencia interna trae resultados no solo para las empresas que lo sobreviven, sino también para la economía en general.
  2. Las grandes empresas exitosas en las economías con mejor desempeño actúan como catalizadores para el cambio, a través de la inversión y la creación de capacidad entre sus proveedores.
  3. Muchos de estos proveedores son pequeñas y medianas empresas que tienden a ser menos productivas que las grandes empresas, pero que sin embargo son fundamentales para el empleo.
  4. Al incorporarlos a sus ecosistemas, las firmas competitivas más grandes ayudan a inculcar las mejores prácticas operativas y de gestión, y pueden acelerar e incentivar la adopción de tecnología.

¿Miedo a la competencia? Ser competitivo, además de poder desenvolverse en un entorno de múltiples agentes en un mercado global, significa también ser mejor que antes, superarse a uno mismo. Si no eres competitivo, no podrás competir; y si no puedes competir, no estarás en la franja superior de la actividad económica. Invierte en inteligencia competitiva, y estarás invirtiendo en el futuro no de tu empresa, sino de tus próximas empresas.

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