Desde la salida del confinamiento el pasado 21 de junio, y tras observar cómo el planeta entraba en una nueva crisis, esta vez sanitaria primero, económica después y posteriormente social, en mi papel de consultor especializado en transformación de empresas turísticas vengo analizando y leyendo las cifras, en una primera instancia a nivel global y macroeconómico para después poner el foco en el sector turístico y en concreto en España, al que vengo dedicando gran parte de mi carrera profesional.
Como el análisis de los datos per se nunca me deja tranquilo, me pongo a comprobar la realidad llamando y hablando con la primera línea de fuego, con las personas del sector, con hoteleros, agentes de viajes, líneas aéreas, empresas de movilidad, touroperadores, cruceristas, oficinas de turismo, todos ellos clientes a la vez que colegas del sector, y tengo el placer de comprobar que tras el estado de shock inicial llegó la esperanza, que en el verano se ha convertido en una resiliencia extraordinaria, dispuestos todos ellos a sobrevivir a esta pandemia.
Detecto eso sí, cierto pesimismo, pero a la vez gran ilusión, coraje, empuje y actitud por aguantar este nuevo envite en 2020 y abordar el 2021 con mejores perspectivas, una vez se encuentre la vacuna, se aplique correspondientemente y se liberen todas las restricciones de movilidad que los distintos gobiernos (con escasa coordinación por cierto) han implantado desde el inicio de este fatídico año.
En este artículo de opinión, y con una mirada de consultor trataré de relacionar las cifras con la realidad de las personas, de las familias, de las empresas, de los negocios, porque entre otras cosas por eso nos pagan los clientes, por poner los datos al servicio del negocio.
Analizar con rigor dichos datos es una de nuestras prioridades en todos nuestros proyectos, y con esa premisa escribiré una serie de artículos de opinión, aventura que comienzo con esta primera tribuna.
En un escenario medio, ni optimista ni pesimista, la caída previsible del PIB anual en España estaría ya en entornos cercanos al 13% (con los rebrotes post verano disparados, y en espera de la vuelta a los colegios, institutos y universidades, y del regreso al trabajo presencial de los que no pueden teletrabajar), un paro real (incluyendo ERTE’s duraderos) que va camino del 20%, y una deuda pública en máximos del 115%.
La creación de empresas está en unos niveles de descenso del 56%, la caída de pernoctaciones en un 75%, el gasto de los turistas extranjeros baja un 73%, la ocupación hotelera se desploma más del 60% y el consumo de los hogares se reduce un 26%, con la mayoría de nuestros jóvenes desempleados y con un modelo de negocio basado en el turismo, suponiendo hasta un 12% del PIB y un 15% del empleo.
Visto así, parece que las perspectivas son poco halagüeñas. Pero como de todas las crisis, saldremos reforzados y como en cada crisis se generarán nuevas oportunidades.
Con todos estos datos desde BRAINTRUST, a través de nuestros modelos econométricos, prevemos una contracción muy importante de la industria en 2020, con una reducción de actividad del 60-70% en el segmento emisor vacacional, una caída sin precedentes del 50-60% también en el emisor business, y un 80-90% en el MICE.
Por lo que respecta al turismo receptivo, y teniendo en cuenta las restricciones actuales de los diferentes países, calculamos un desplome de 60 millones de turistas extranjeros lo que equivale a un decremento histórico del 72% después de muchos año de batir récords.
Pero estas cifras después de un año fatídico ya sólo pueden mejorar y en eso está puesta la esperanza en el futuro, el anhelo de toda la industria turística en nuestro país.
Seamos sin embargo conscientes de que en estos momentos de crisis todavía sanitaria, empiezan ya a reconocerse los efectos de la crisis económica que está por venir tras el verano, y que revelará aún más la importancia económica del sector turístico para todo el conjunto de la población, donde algunas regiones más de interior y rurales se han visto beneficiadas y otras más tradicionales de sol y playa se han visto muy perjudicadas.
En Baleares y Canarias el turismo se acerca a un 35% de su PIB, llegando al 50% en temporada alta, pero también en otras zonas de la España vacía el turismo ayuda a recomponer las arcas y lleva trabajo a muchas familias, además de paliar la debacle de las economías más afectadas, con un efecto de empleo colateral para familias enteras de artesanos, agricultores, comerciantes, hosteleros, industriales y otras actividades de los sectores primario y secundario a los que no llegarán recursos si no es salvando al turismo.
Por este motivo, salvar al turismo significa evitar la próxima crisis, así que los políticos lejos de criticar y denostar a nuestra industria deben acometer un plan de recuperación inmediato, duradero y sostenible.
Nuestro modelo de país debe transformarse, sí, ya va siendo hora como hemos prometido a Europa, pero eso lleva años que, por otra parte hemos ido desperdiciando en años de bonanza, y que nunca llega porque probablemente ningún político se atreva a hacerlo, dada su afanosa búsqueda interesada de votos a corto plazo.
O quizás es que no tengamos estadistas que nos lleven a ser un país más avanzado e innovador.
Y aunque quisiéramos cambiar de perfil nuestro país, aún no estamos en condiciones de desperdiciar un sector que representa la riqueza natural de España, su historia, su clima, su cultura, sus tradiciones, su patrimonio, su gastronomía, sus gentes, defenestrar el turismo sería renegar de nuestra identidad y pondría en peligro definitivamente nuestra ya maltrecha economía.
Dejemos que nuestros magníficos representantes de cada subsector hagan su trabajo, defendiendo nuestros intereses, y vaya desde aquí nuestro total agradecimiento y reconocimiento a los que se están bregando estos días con las instituciones públicas para mantener el sector a flote.
La primera y principal prioridad es garantizar la subsistencia de las empresas, la segunda transformar el modelo turístico hacia un concepto de calidad y sostenibilidad.
No obstante siendo realistas, los niveles pre-COVID no llegarán hasta 2023 como mínimo, pero la alegría en el gasto turístico volverá.
Nuestros modelos predicen en 2021 una recuperación entre el 50% y el 60% en el área vacacional si se mantienen las buenas noticias sobre la vacuna, una recuperación del tráfico nacional y europeo en el mercado business hasta llegar a un 65%-70% de los niveles de 2019, y un sector de MICE al que hay que apoyar fuertemente para que recupere cuanto antes su actividad.
Hasta que vuelvan los tiempos de bonanza y como Coach que soy, siempre trato de hacer preguntas basadas en el futuro, y en QUÉ ESTÁ EN NUESTRA MANO HACER porque esta crisis del COVID 19 generará también oportunidades que sólo los más avezados sabrán aprovechar.
Una vez que llegue la vacuna, volveremos a viajar, habremos vencido un efecto coyuntural, el miedo al contagio y el desplome de la movilidad, pero quedará otro más importante y estructural, la crisis económica que afectará a muchas familias en uno y otro confín del globo.
Nuestro Barómetro Turístico BRAINTRUST arroja datos positivos de cara al 2021 con un rebote notable de los viajes, pero el camino no estará exento de retos.
No podemos quedarnos de brazos cruzados, son tiempos de pensar cómo mejorar nuestras empresas, cómo identificar a los nuevos viajeros, cómo satisfacer sus nuevas necesidades, cómo aumentar nuestros ingresos, cómo digitalizar nuestra industria, cómo capacitar a nuestras plantillas para los nuevos retos, en definitiva cómo liderar en estos nuevos tiempos.
Prepararnos todos para esos retos que llegarán después de la pandemia es nuestra responsabilidad, será nuestra forma individual y personal de salvar al turismo.
Porque si los políticos ayudan y la pandemia remite, que remitirá, la recuperación está más cerca.
Ángel García Butragueño
Director Turismo y Ocio