No deberíamos haber tenido que atravesar una pandemia para asegurar algo tan de sentido común como que el teletrabajo ha llegado para quedarse. El término de trabajo «desde los hogares» podemos encontrarlo en la que para muchos es una obra premonitoria de Alvin Toffler, La Tercera Ola, título que en las circunstancias pandémicas trae connotaciones nada ensoñadoras, pero que hacía referencia a una nueva era de producción descentralizada, no masificada y personalizada, frente a la «primera ola» (agrícola) y «segunda ola» (industrial).
«Cuando escribimos eso, en La Tercera Ola«, diría Toffler años más tarde en una entrevista televisada, «pronosticando que habría más trabajo en los hogares, eso fue considerado como lunático, y el New York Times en un artículo de primera plana diciendo que era un absurdo futurista (…) El Gobierno japonés ha creado una política que para 2010 [ojo, 2010] espera tener 1 de cada 5 trabajadores trabajando desde el hogar (…) Recuerdo presentando esa idea por primera vez en Japón, y dijeron «¡No se puede, las casas son demasiado pequeñas, la gente no está acostumbrada!», y ahora es una política oficial del Gobierno mover un quinto de la actividad económica hacia el hogar».
De hecho, la idea tiene precedentes incluso anteriores. En 1976, un grupo de investigación de la Universidad de California del Sur, dirigido por Jack Nilles, publicó un estudio que evaluaba el coste de los desplazamientos a las oficinas y anticipó que la tecnología permitiría una economía más eficiente por medio de lo que denominó teleconmutación. Incluso siete años antes, Alan Kiron, científico de la oficina de patentes de Estados Unidos, había escrito en The Washington Post cómo la integración de ordenadores y herramientas de comunicación cambiarían la vida y el trabajo gracias a lo que denominó dominetics, como resultado de la unión de los vocablos domicilio, conexiones y electrónica. Puede que el término no prendiera, pero la idea sí.
Más de 50 años después de aquella formulación inicial, y más de 40 años después de este anuncio de Apple que trazaba esos escenarios, el salto al teletrabajo obligado por la pandemia COVID-19 se ha hecho no sin notables esfuerzos. Pero una vez que hemos conocido sus ventajas, difícil será que no se produzca un terremoto a gran escala no solo sobre las relaciones entre empleados y oficinas, sino también y probablemente en las ideas de urbanismo, vida urbana y desplazamientos. Es algo que va mucho más allá de la sociedad touchless, como realidad temporal impuesta por las medidas de prevención.
Por eso, y como sabemos que la transformación perdurará, desde BRAINTRUST hemos querido elaborar una docena de recomendaciones básicas para afrontar los retos que supone este cambio, que podría haber sido progresivo, para el que deberíamos haber estado preparados, y que nos ha pillado de la noche a la mañana con unos cuantos deberes sin hacer. Recomendaciones que recopilamos a continuación:
- Estás en casa, pero estás trabajando. Así que el concepto de pijama y zapatillas o chandal y calcetines no te va ayudar. Se trata de que incluso en los aspectos que podrías considerar superficiales te veas a ti mismo, a ti misma, en plena actividad. Vístete. Es más: vístete adecuadamente. Si la bata no sería tu mejor indumentaria en la oficina, no hay motivos para pensar que pueda ser tu mejor aliada en la productividad.
- Van a ser muchos días, muchas horas, con mucha dedicación. Sentarse en el sofá delante de la televisión o quedarse tumbado en la cama con el ordenador no solo afectará a tu productividad. Lo que es más importante, y ahora que estamos siendo sacudidos por una pandemia tenemos más razones para afirmarlo, es que puede afectar a tu salud. Tanto la física, que te obliga a vigilar tu espalda, como la mental: diferencia espacios de ocio y trabajo, pues juntarlos puede no ser la mejor idea.
- Una buena mesa, un espacio de trabajo cómodo y ordenado, y una buena fuente de iluminación, mejor si es natural, son imprescindibles. Haz el cálculo de las horas anuales que vas a convivir con ello, ¿necesitas algún dato adicional? Recrear un ambiente de oficina es lo que más te va a ayudar.
- Fija un horario de trabajo, tanto para ti, como para los demás en relación contigo. Que estés en casa, que los demás estén en sus casas, no significa que ni ellos ni tú estéis conectados 24/7/365. Flexibilidad no quiere decir, y no debe querer decir, disponibilidad permanente.
- ¿Cuánto tardabas en ir a la oficina? No aproveches ese tiempo para pasarte de frenada con la última cabezada, o para «tirar el boli» antes de tiempo. Aprovéchalo para darte descansos en tu jornada de trabajo.
- Que no vayas a estar físicamente con tus compañeros y compañeras de oficina no quiere decir que debas olvidarte de ellos. Mantener el contacto utilizando herramientas de videoconferencia no solo será algo obligado en la mayoría de los casos por factores de eficacia, sino que además es recomendable que las utilices porque las relaciones personales son cruciales para mantener la perspectiva y evitar situaciones de estrés.
- Que estés en casa no es un premio ni es un castigo. Ni siquiera debe ser algo excepcional porque las circunstancias son excepcionales. Es algo que antes o después iba a ser normal y que en algunos casos ya lo era. Solo que su adopción a gran escala se ha visto adelantada. La mejor forma de que trabajar desde el hogar no sea un motivo de frustración, y que tampoco alimente falsas expectativas, es priorizar las tareas de igual modo que se haría en una oficina, pero con la ventaja de que las interrupciones serán menos constantes y estarán, además, probablemente agendadas. Aprovéchalo en tu favor.
- No obstante, ¿puede haber algo más frustrante que haber cambiado radicalmente el modus operandi y tener que añadir todos estos puntos a la dinámica profesional del día a día? Sí: estar con esta adaptación y conviviendo con las disposiciones de la «nueva normalidad», para que por un descuido, un error, una omisión o simplemente mala suerte, de pronto haya que repetir todo el trabajo porque «se ha borrado», «ha desaparecido» o expresiones similares que todos hemos pronunciado alguna vez. Guarda tu trabajo con insistencia, y no dejes de hacer copias de seguridad por ahorrarte unos minutos de tiempo.
- Donde antes veías el mundo por una pequeña pantalla corporativa con el tiempo tasado, parece que ahora tengas el mundo a tus pies, ¿verdad? Correos electrónicos, redes sociales y el inmenso océano de información, formación y también ocio que es Internet. Y además los mensajes de Whatsapp, sobre los que ahora eres dueño y señor sin límite de tiempo. Como para decirle que no. Pues no le digas que no, pero dile a todo eso a qué hora le vas a prestar tu atención: e-mail a las 9, a las 13 y a las 17, no cuando te lleguen; Whatsapps a las 11, a las 14 y a las 18, no cuando te avise la campanita del teléfono; redes sociales con el café de las 10 y antes de «cerrar el chiringuito». Cuanto más domestiques a las distracciones, más provecho y disfrute sacarás de ellas.
- Tienes una ventaja sobre toda la gente que no está teletrabajando: muy probablemente no tendrás que pasarte tediosas jornadas con una menos tediosa mascarilla a cuestas, más otra de reemplazo por si acaso. Esa realidad no debe convertirse en una falsa sensación de total seguridad. Sigues viviendo en mitad de una pandemia, y debes seguir teniendo presente esa circunstancia cuando salgas de casa, y siempre según lo estipulado por las autoridades para que hacer frente a la amenaza sea un éxito colectivo.
- Toda esta dedicación puede venirse al traste si no es compatible con las personas con las que convives, si es que convives con alguna. Si ese es el caso, tus convivientes deben entender que tiempos, rutinas, espacios y obligaciones merecen su respeto, igual que los suyos lo merecen por tu parte. Si sustituyes las interrupciones habituales en la oficina por las no menos habituales de lo doméstico, y tirando de refranero, habrás salido de Guatemala para meterte en Guatepeor.
- Por último, haberte ahorrado el tiempo de desplazamiento tiene una consecuencia que no debes obviar: el mínimo movimiento físico que hacías antes de casa a la oficina y viceversa te obligaba a un mínimo de ejercicio. Uno de los errores de la «vieja normalidad» era nuestra tendencia a llevar una vida excesivamente sedentaria. Ahora, y en la medida en que no surjan situaciones de alta excepcionalidad, deberías plantearte más que nunca hacer algo de ejercicio físico. Tienes todo el día para planificarlo. Estar «teletrabajando» no significa trabajar más horas para hacer lo mismo, significa organizar mejor el tiempo de trabajo para sacarle más provecho al resto del día. No descuides tu salud. Hoy, más que nunca, mens sana in corpore sano.
Imagen Photo by Alizée Baudez on Unsplash
Texto: APPP/EKMB/BTCS