Si es cierto, como se atribuye al poeta y novelista mexicano Amado Nervo, que «la tristeza es un don del cielo y el pesimismo una enfermedad del espíritu», podríamos decir que en Europa occidental el espíritu relativo a lo económico está seriamente dañado, y mucho más incluso lo está en nuestro país, España. O no: depende de si juzgamos solo las apariencias o profundizamos un poco. Los datos de la última encuesta mundial de directores ejecutivos (CEOs) de la consultora PwC son muy significativos en ese sentido. Habrá quien diga que más que pesimismo es realismo, y quien prefiera calificarlo como prudencia. Aunque eso solo lo sabremos cuando se puedan verificar los datos con respecto a las actuales expectativas, lo cierto es que existen unas claves interpretativas propias en el caso de España.
Las expectativas de crecimiento son las peores a nivel mundial desde 2012, con más de la mitad (53%) de los encuestados afirmando que la situación económica empeorará en los próximos 12 meses; una cifra que se eleva a 6 de cada 10 (59%) en el caso de los máximos directivos en Europa occidental, y que se dispara hasta casi las cuatro quintas partes (78%) en el caso de los españoles. De hecho, en «la piel de toro», solo 1 de cada 10 se atreve a afirmar que la situación mejorará. El principal consuelo que nos queda es que nos queda es que tanto a nivel global como nacional, la mayoría sostiene que será una ralentización del crecimiento, y en ningún caso una recesión.
Con estas expectativas, no deja de resultar curioso que, sin embargo, entre los CEOs españoles hay una mayor «autoconfianza» en la capacidad que tiene para cumplir con sus objetivos para este año. En este apartado estamos menos infectados de pesimismo que el resto de Europa, donde 1 de cada 4 directivos (25%) confía en acabar el año cumpliendo presupuesto, cuando en el caso de España esa proporción es de 1 de cada 3 (32%).
Con o mayor pesimismo, en todo caso sí es notorio que existen unas características propias a la hora de mencionar los potenciales frenos o trabas en la economía española con respecto a la mundial. Así, cuando se les pregunta por las «amenazas», las respuestas de los encuestados en España presentan una radiografía diferenciada: tanto a nivel mundial como nacional, la primera causa negativa es la sobrerregulación, pero en nuestro país se menciona casi con el doble de intensidad (61% vs 36%); en segundo lugar, y esto es incluso más interesante, porque las tres siguientes amenazas no están en el «top» de las declaradas a nivel mundial: con la misma intensidad (61%) se cita a la ciberseguridad, mientras que a nivel mundial esa preocupación ocupa el cuarto lugar; y como segundo puesto compartido (56%) aparece la incertidumbre política y la velocidad del cambio tecnológico, frente a los conflictos comerciales y la incertidumbre económica que ocupan los lugares 2 y 3 a nivel mundial.
También es muy relevante el contraste de opiniones que se da entre los CEOs españoles y la media de los mundiales y europeos en una cuestión clave para el futuro: cómo evolucionará Internet, incluidas las redes sociales, en función del impacto de la regulación gubernamental. Así, si la primera amenaza al crecimiento es, en todos los casos, la sobrerregulación, en el caso de su impacto sobre Internet las expectativas relativas a las consecuencias no pueden diferir más. Para los directivos españoles, Internet se volverá menos fracturado, porque consideran que los gobiernos adoptarán legislaciones globales sobre contenido, comercio y privacidad; así lo piensan 6 de cada 10 encuestados. Sin embargo, en el resto de Europa occidental el pensamiento es justo el contrario: para la mayoría (54%), Internet se volverá más fracturado debido al influjo de las legislaciones nacionales, que serán propias de cada país. Un pensamiento que prácticamente se repite a nivel mundial, con la mayoría de los CEOs (50% vs 40%), compartiendo esa misma previsión.
Y si al principio decíamos que los CEOs españoles son los reyes del optimismo, es una cuestión a replantearse si de lo que se trata es de medir las expectativas sobre el incremento de las habilidades empresariales y profesionales. Al igual que en el caso del cumplimiento de los resultados, los directivos españoles se muestran una vez más con una autoconfianza mayor que la de sus colegas. 2 de cada 3 (65%) afirman que habrá mejoras moderadas (44%) o significativas (21%) a la hora de establecer programas de mejora de las habilidades, porcentaje que se reducen al 54% en el caso europeo occidental (35% + 19%) y mundial (36% + 18%).
Un último elemento que remarca esas diferencias de expectativas viene determinado por las oportunidades asociadas al cambio climático. Específicamente preguntados sobre ello, 1 de cada 5 CEOs españoles (20%), afirma que efectivamente las iniciativas contra el cambio climático permitirán a sus organizaciones desarrollar nuevas oportunidades de productos y servicios. Es un dato en el que todavía están por debajo de sus colegas en Europa Occidental (26%) y en el resto del mundo (25%); ya, pero a cambio en España es donde se produce un incremento más marcado en este sentido, pues hace solo un año esas oportunidades eran vistas por un escaso 3%. Así pues, los directivos españoles parecen llegar algo tarde a las posibilidades de la economía verde, pero llegan «a toda velocidad» y dispuestos a liderar ese futuro mercado.
¿Pesimismo o realismo? Cuando el consenso global es de una desaceleración económica, tener una perspectiva «macro» por debajo de la media puede ser un exceso de prudencia. Pero quizá conviene mirar, como en este caso, en variables micro como la confianza en los propios resultados o las expectativas sobre mejoras de habilidades. Quizá esos son los datos que conviene observar cuando tratamos de dilucidar la capacidad para sobreponernos a condiciones adversas.
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